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Cómo no tropezar con los propósitos de Año Nuevo

  • Foto del escritor: Laura Pardo Rodríguez
    Laura Pardo Rodríguez
  • 9 ene
  • 2 Min. de lectura

Algunos consejos que pueden ayudarnos a plantear unos objetivos ajustados a la realidad y que no acaben en frustración.


Acabamos de entrar en el 2025 y, como cada principio de año, es normal percibir este como un lienzo en blanco sobre el que podemos pintar, por fin, eso que tanto llevábamos queriendo.


Lo vivimos como una transición entre dos épocas, como una oportunidad para dejar atrás "lo malo" y abrir las puertas a “lo bueno”. Eso hace que, para muchas personas, se convierta en una época de ilusión y de plantear ciertos cambios


Pero a veces esto es un arma de doble filo porque, precisamente, todo eso que nos planteamos nos acaba abrumando y nos sentimos frustradas al no conseguir aquello que nos habíamos propuesto.


No es casualidad que haya elegido la palabra "tropezar" para el título, porque a veces realmente parece que nos ponemos a nosotras mismas la zancadilla.


Por eso, voy a intentar recopilar algunos consejos que pueden ayudar a plantearnos unos objetivos ajustados a la realidad y que puedan resultarnos motivantes. 


No caer en la “falacia de cambio”


Hablamos de falacia de cambio cuando pensamos que el cambio en circunstancias externas va a tener un efecto determinante sobre nuestro bienestar. Sin embargo, más allá que el cambio que pueda suponer en nuestra mentalidad o en el calendario, el hecho de que empiece un año nuevo no tiene un efecto sobre nuestras vidas. Pensar “año nuevo, vida nueva”, puede ser un poco rígido y llevarnos a expectativas poco realistas.


Ajustar expectativas


En línea con lo anterior, es válido que queramos incorporar ciertos cambios en nuestras vidas, pero será más sencillo si nos ajustamos a nuestro estilo de vida para proponernos esos cambios en lugar de pensar que vamos a dar un giro de 180°.


Cambios graduales y duraderos mejor que radicales y pasajeros


Dejar de fumar y empezar a ir todos los días al gimnasio suena bien, pero seguramente será más fácil proponernos, por ejemplo, introducir una actividad física ligera dos veces por semana e ir aumentando gradualmente la dificultad.


Aquello que nos cueste poco esfuerzo será más sencillo de incorporar a nuestro día a día y, como consecuencia, más probable que se convierta en un hábito.


Las cosas no tan buenas siguen ahí


No quiero sonar como el Grinch, pero esto también forma parte de las expectativas.


Empezar el año con positividad está bien, pero no podemos apartar de golpe aquello que no nos gusta como si no existiera. Es realista pensar que va a haber ciertas cosas que no nos gusten o ciertos momentos en los que no nos sintamos bien, porque forman parte de nuestra vida y no siempre podemos evitarlo (por ejemplo, la pérdida de un ser querido o que algo no me salga como yo quiero).


Nuestro objetivo nunca puede ser tener un bienestar perpetuo, sino entender que la vida se compone de momentos mejores y peores y aprender a transitar por aquellos que nos resulten más dolorosos.


Con estas pequeñas indicaciones en mente, prueba a replantearte esos objetivos, ¿se ajustan a tus circunstancias? ¿Puedes ir aumentando gradualmente su dificultad? ¿Tienen en cuenta que las cosas pueden no salir según lo planeado?

 
 
 

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